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Escribir es para mí una forma de metabolizar lo que me pasa.

Mezclando lo real con lo que imagino, intento seguir adelante.


martes, 31 de agosto de 2010

Un túnel demasiado largo (Segunda Parte)

- Hola.
- Hola. ¿Cómo estás?
- (Entregándole el sobre que traía) Son los resultados.
-Ya los vi. Me los mostraste el otro día ¿Qué dice el médico?
- Que es positivo.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Comenzar cuanto antes con un tratamiento.
- ¿De qué tipo?
- Unos medicamentos que tienen muchos efectos indeseados. Dice el médico que es un proceso largo y doloroso, que voy a tener días de mucha fatiga y ... ¡¿Por qué no me acompañaste?!
- Me dijiste que querías ir sola, que esto era asunto tuyo, que...
- Necesitaba tenerte a mi lado como nunca...
- Te insistí hasta donde pude, pensé que lo mejor era respetarte.
- Respetarme, sí. A partir de hoy voy a necesitar otras cosas además de respeto. Voy a necesitar cuidados.
- Y vas a tenerlos.
- No los quiero si vienen solos. ¿Te preguntaste que vamos a hacer con él?

continuará...

lunes, 30 de agosto de 2010

Un túnel demasiado largo (Primera Parte)

-Hola... hola... Ah! ¿Qué hacés?
- ... ... ...
-Bien viejo, acá. Preparando un bolso.
- ... ... ...
-Sí. Ya llevé todo. Sólo me faltaban estas pocas cosas.
- ... ... ...
-No, todavía no volvió.
- ... ... ...
-Es que me pidió que no fuera.
- ... ... ...
-Y sí, quiso ir sola.
- ... ... ...
-Está conmigo. Ahora duerme una siesta.
- ... ... ...
-Bueno, gracias. Te cuelgo porque escucho que llega.
- ... ... ...
-Otro para vos.

continuará...

jueves, 26 de agosto de 2010

Cuente su historia, Victoria.

Estaba preparando su bolso como todos los lunes.
- ¿A dónde vas?
- Me voy.
- ¿A dónde?
Durante los últimos diez años la pregunta hacía referencia a la ciudad en la que trabajaría esa semana.
Su marido. Un constructor que descubrió que el negocio para él y su hermano eran las obras en pueblos de los alrededores.
Casas lindas, más cerca del campo que de la plaza. Esas que tienen un aire a barrio cerrado. O eso parecía.
-Victoria, hace cuatro años que estoy con otra mujer y tenemos un bebé de siete meses.

Y se fue. Casi con lo puesto. Llevaba el mismo bolso que todas las semanas.
Le dejó la casa, sus cuatro hijos y el sabor amargo de descubrir, de darse cuenta al fin, que esas casas deben dejar mucho más dinero que el que él les llevaba.

Que, entonces, nuestra propia casa no estaba terminada, no por falta de tiempo sino porque su corazón -y su bolsillo- estaban en otro lado.
Y me quedé sola. Y trabajé y terminé de criar a mis hijos.
Y un día empecé a salir y conocí a Ciro. Uno de mi zona, con gustos parecidos a los míos.
Y salimos. Y entramos. Y es muy bueno.

Y le pasé todas las boletas impagas de mi vida. Y me las recibió. Pero no pagó ninguna. Porque no están a su nombre sino al de mi marido. Que se llama José, me olvidaba.
Seguimos juntos. A veces se queda y a veces se va, porque tiene hijos. Algunos más que yo. Y me ha dado lo que no me dieron y no me sacó nada.

Pero José fue mi amor y mi vida. Y ahora está cerca de nuevo y quiere volver. Y estoy perdida entre estos dos que dicen quererme y haberme querido y que van a quererme.
(dicen que ) el tiempo todo lo cura, (y que) veinte años no es nada.

lunes, 23 de agosto de 2010

La foca y el diamante

-¿Y el día que María Rosa le dijo a Roberto: esto así no va más?
-Ese día él le respondió con una mirada de desprecio, escupió en el piso y se fue un rato al patio.
Hacía cuatro años que vivían así. En esa caseta semi derruida al final de aquel pasillo plagado de necesidades.
-Pero si María Rosa venía de una familia bien...
-Bien. Bien no es lo que vos querés decir. Pero el problema no era su procedencia sino haberse metido con ese tipo.
Roberto venía de una casa en donde faltaba el padre. Había mamado violencia desde la cuna. Pero él no era violento. Su padre había muerto de repente una mañana cuando él estaba en la escuela.
El chico era vago. Pero vago de esa vagancia que se aprende en casa. Que por ser el varón se le consentía todo y ni siquiera le enseñó a trabajar la madre.
Ahora a sus cuarenta no duraba en ningún empleo. Por tarde, por lejos, por mucho. Y María Rosa hacía lo que podía.
-¿Y a dónde va a ir una mujer con tantos hijos?
- ¿Y para que se cargó?
-Eso es fácil decirlo. Hay que estar. La violenta era la madre. ¡Les daba unas palizas a esos seis chicos! Cansada, frustrada. El pibe sacó un poco de todo y hoy por hoy le daba a su mujer lo que podía: Miseria.
-Qué triste fue verla cuando se la llevaban.
-Y sí. Pero fue ella misma la que llamó a la policía.
- ... Claro.

martes, 17 de agosto de 2010

Una sonrisa para Emilio

Emilio trabaja y estudia. Y entre su taller mecánico y los libros de leyes ocupa todo el día. Todo lo hace en casa y le va muy bien.
Pero desde que se levanta hasta que se acuesta está de malhumor. Ese que ella confundía con seriedad. Eso que tanto le atrajo de él cuando lo conoció en ese bar de pool. Y no puede hablarle hasta que él decida. Y no puede pedirle que le ayude con la casa y los chicos porque dice que las cosas de mujeres, las hacen las mujeres.
Vieja maldita. La suegra. Que no le enseñó que el cubierto que se le cayó al piso lo tiene que levantar él, y él tiene que reponerlo. Y maldita la herencia que le deja al nene, que no deja que su madre le enseñe a armar su cama ni a poner la mesa. Pero a ella no le importa tanto tener que hacer todo, tiene otras cuatro nenas que le ayudan. Le molesta su malhumor. Ese que ella confundía con seriedad. Esa seriedad que lo hacía ver como un macho protector cada vez que a su manera le hacía el amor . Ese malhumor que los pone a todos en alerta hasta que se le pase.
Pero no, hay días que no se le pasa. No le pega, ni le grita. Está de malhumor. Ese que ella confundía con seriedad. Ese malhumor que la está matando un poco cada día. El mismo que le hace desear que se vaya a la facultad todas las tardes. Y pensar que mejor si no vuelve.
Lo quiere, pero no como antes, aunque siempre fue así.
Es verdad entonces que, con el tiempo, terminamos por rechazar aquello que nos atrajo de alguien.
Ella quisiera que él cambiara, pero la gente no cambia.
La gente contagia.

Relatos ya publicados

Estimados amigos:
La entrada Aunque no estemos juntos es una de cuatro de mi autoría que ya fueron publicadas en otro blog. Hay otras dos, Una sonrisa para Emilio y La foca y el diamante, que tocan en algún punto un tema muy sensible para mí: La crianza de los hijos varones. La cuarta es Cuente su historia Victoria y las iré publicando en ese orden. No es que las musas me hayan abandonado, sino que ha llegado el tiempo de cruzar el túnel y mi cabeza estará pendiente de otras cosas. Así que les dejo Una sonrisa para Emilio y saludos a todos.

jueves, 12 de agosto de 2010

Aunque no estemos juntos

Y entonces le mandé flores al trabajo. Flores caras, de florería. No esos ramitos (hermosos por cierto) que solía comprarle en ese puesto en la plaza del centro que sacaba del asiento de atrás una vez que ella subía al auto.
Y le puse una tarjeta que mandé a escribir: Para la mujer de mi vida. Voy a amarte aunque no estemos juntos.
Y por la tarde nos vimos, y me invitó a su casa y cenamos.
Y no dijo nada de las flores y me invitó a quedarme, y yo accedí.
Y la desnudé y me desnudó.
E hicimos el amor como sabíamos hacerlo nosotros.
Y me abrazó.
Y cuando estábamos durmiéndonos le pregunté al oído: ¿Te gustaron las flores?
Y me abrazó de nuevo.
Y lloró. Pero no dijo nada. Ni yo.
Y nos dormimos.
Y al amanecer me fui antes de que ella despertara.
Y entonces tomé ese avión que me trajo hasta acá, donde tengo pensado comenzar de nuevo.
Y la dejé con sus flores en el trabajo, y el deseo de que se las hubiese mandado él y no yo.

lunes, 9 de agosto de 2010

Gracia y buen tiempo

Así decía la Felicitas cuando te devolvía el último mate.
Así, sin la ese.
Y seguía trabajando con una sonrisa.

Y así quiero que sea mi lunes.

Que este sol que anuncia buen tiempo me acompañe todo el día.
Que este cielo sin nubes te traiga gracia y buen tiempo.

Lunes otra vez. Que bueno.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Recupero

Siento que la recupero. Y que me recupero.
Lentamente levanto mi cabeza y me veo.
Me veo por fuera y descubro que sigo siendo el mismo.
Y que vuelvo a ser yo. Ese que estuvo desaparecido un tiempo.
El que pensó que aquel era el camino.
Y lentamente bajo mi cabeza y me veo.
Me veo por dentro y redescubro a ese que soy y al que quiero ser.
Y siento que me recupero. Y que la recupero.

Sí. Mi vida ha vuelto para quedarse conmigo.