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Escribir es para mí una forma de metabolizar lo que me pasa.

Mezclando lo real con lo que imagino, intento seguir adelante.


lunes, 18 de abril de 2011

Ibi



Es esta la tierra norte que da tabaco,

que ofrece mate.

La tierra noble que sabe darse.


De sangre libre, de carne esclava,

te pisé tierra, manché mis pies,

pinté mi alma de selva espesa,

de piedra entraña.


Tus aguas grandes de grandes saltos

mis ojos ciegos despabilaron.

Yo te amé tierra,

y el cunumí regresó a casa más guaraní.

jueves, 14 de abril de 2011

Ciudad de Peste



Yo no quería venir, pero ella insistió. Viste las mujeres, cuando se trata de salir a comprar y más en estos lugares. Dicen que se consigue de todo y a buen precio. De todo, sí. Podés decirlo. Los puestos callejeros que conviven con los locales lujosos y los desvencijados autos de comienzos del anterior siglo con los alemanes de alta gama último modelo. En el medio no hay nada. Conviven, sí, y hasta parece que se entienden cuando el pibe que vende valijas en la esquina se acerca al Audi polarizado y le entrega unas bolsitas blancas al tipo a cambio de unos guaraníes. Los bombones están al mismo precio que en el súper, no comprés y mirá esos repasadores lo que son. Sí, tres por diez, pero miralos, bueno, lleva lo que quieras. ¿Más toallas? no sé...



Y me caigo al piso atropellado por esa señora que sale corriendo del local de perfumes pidiendo a gritos por un policía. Acá no hay policías ó al menos en las horas que estuvimos no vimos ni uno. No para de correr mientras arrastra a una chica tirándola del brazo al grito de: ¡vamos hija!. La sigo por esta ciudad desconocida y en eso me doy cuenta que nos dijeron que nos moviéramos en grupo, entonces me vuelvo y es tal el abarrote de puestos que no recuerdo donde quedó mi compañera, pero al girar nuevamente diviso aún a la mujer con su hija y voy hacia ella. Mi negra se va a arreglar un rato sin mí, pienso. Entonces la alcanzo en un claro de la avenida, cerca del río y me detengo frente a ella. Una hermosa mujer de unos cuarenta años con su hija adolescente. Ambas llorando. Las dos temblando. Cuando se calma un poco me cuenta y me pide ayuda. La única que le ofrezco es cruzar el puente y no regresar.

En esta ciudad se consigue de todo y a buen precio.

De todo, sí. Podés decirlo.


Una niña por un poco de efectivo, por ejemplo.

miércoles, 13 de abril de 2011

Ruines de San Ignacio


No señor guía, no. Entiendo que usted se esté ganando la vida con este trabajo de llevarnos a conocer este lugar. Créame que hubiera preferido quedarme en el micro. Escucharlo me hace doler el estómago. ¿Cómo que para bien de los aborígenes? ¿Cómo que para organizarlos? ¿Enseñarles qué?. Si ellos estaban bien antes de que llegáramos nosotros, si estaban más que organizados. Cazaban aves con las aripucas, recolectaban frutos y traían medicinas del monte. Si hasta hay registros de guaraníes que vivieron ciento veinte años. ¿Qué querían enseñarles? Si sabían todo lo que necesitaban. Lo que ustedes hicieron fue hacinarlos, someterlos y reducirlos a esto para quedarse con sus tierras. Hasta los mismos jesuitas reconocieron que los casaban casi niños porque en San Ignacio, Santa Ana y Loreto llegaron a vivir como máximo cuarenta años, señor guía, y cuando la política decidió que esto no iba más los devolvieron a la selva luego de varias generaciones viviendo así. Por eso se perdieron sus costumbres, su cultura, sus vidas. No señor guía, no.