Me rogó que me apurara porque el lugar siempre está lleno.
Esforzándose por poder con su bolso y ese bastón que acompaña su frágil cuerpo desde hace un tiempo entramos al hall inmenso y oscuro que oficia de sala de espera donde muchas almas hacen cola a diario para un mismo trámite.
Pero esta vez no había nadie salvo nosotros. Los números que indicaban los sitios a los que dirigirse se encendían intermitentemente de modo que optamos por uno y nos dirigimos hacia allá.
La mujer de la caja le preguntó por qué y ella sólo dijo que siempre había sido así.
Mi madre aún no entiende que en esta parte del mundo la gente ha dejado de pagar para poder comer.
Que bueno que estàs a su lado.
ResponderEliminarMis padres tampoco aceptan los cambios.
Y yo voy en camino.
Un abrazo.
Muy bueno, David. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Deberías hacerle escuchar el temazo de la Negra (QEPD).
ResponderEliminarMuy bueno!